domingo, 25 de agosto de 2013

La llama-da

En el curso nos dejaron la tarea de describir el techo de nuestra recámara a partir del cual después se materializaba un fantasma. Esto fue el resultado.




La noche de verano es particularmente tórrida. La corriente de aire entre la terraza abierta y las ventanas de la recámara apenas mitiga la opresión y aporta en cambio el ruido del eje vial, aún relevante a esas altas horas. Estoy acostado supino en el lado derecho de la cama.  La lámpara del buró despliega una iluminación filtrada por el retículo de mimbre de la pantalla que proyecta irregulares cuadros de luz a mi alrededor. Miro el techo. El primer día que entré al departamento la inundación vespertina de luz y los techos fueron las razones que me convencieron de inmediato a rentarlo. En la recámara hay una bóveda catalana cuadrada, que descansa en un cajillo blanco que protruye unos doce centímetros sobre la pared. En el cenit, dos ladrillos apareados a lo largo, apuntan a dos esquinas opuestas. A partir de sus extremos cortos cientos de otros ladrillos inician un recorrido descendiente en doble espiral, simétrico, que avanza en sentido horario, limitando rectángulos cada vez más amplios, cuyos lados se curvan hacia afuera un poco más a cada vuelta completa. El resultado es fenomenal: en el centro, se me figura una gran cruz de Malta. Entre los brazos de la cruz, se despliegan arcos concéntricos de ladrillos de múltiples matices y tonalidades desde un naranja pálido hasta un ocre oscuro. En la pared de enfrente, donde la bóveda se une al cajillo, hay unas manchas de humedad blancas, irregulares, de aspecto calizo, con un puntilleo fino periférico.
La fatiga del día invita los párpados a cerrarse. Me alerta un frío improviso y percibo un olor pungente, me recuerda al del ozono. Advierto que no escucho ruido alguno, hasta el goteo del tiempo del segundero de mi despertador ha cesado. Ecos de silencio. Abro completamente los párpados. Del centro del techo escurre una línea delgada, de color verde brillante, de luminosidad creciente, que estalla hacia todos lados en hilos delgados blanquecinos que se ramifican y relampaguean, terminando en ensanchadas formaciones bulbosas rosas, que danzan en una espiral irregular. La temperatura sigue descendiendo. El olor se ha transformado, es ahora dulzón, afrutado. La ramificaciones luminosas se han vuelto iridiscentes, se ensanchan y fusionan poco a poco, adquiriendo una forma alargada, femenina, de dimensiones imposibles, ingrávida, resplandeciente, cubierta por un velo de suaves líneas curvas que adquiere tintes y destellos llameantes. Su rostro vagamente humano es como una proyección sobre la bruma en movimiento, cambia constantemente y todo su aspecto transmuta a cada instante aunque yo intento reconocer en él los ojos de muchos amores.
Por mi mente racional cruza la idea fugaz de estar frente a un espectro. Mas no tengo miedo: siempre he querido ver un fantasma, continuamente he deseado una prueba de la existencia de un incierto más allá. Me incorporo. El ser se avecina lentamente a mi, flotando a media altura, con su ígnea cabellera meciéndose y apuntando al techo empujada por intangibles corrientes. Sus extremidades son alargados destellos debajo de su manto.
La mujer-llama me envuelve por completo, penetra a través de mi piel y circula en mi organismo al mismo tiempo que percibo que me guía y me lleva a la sala primero y terraza después, en una danza oscilante. Quién eres? -interrogo, no se si con mi laringe o la intención. Estamos en la orilla. Quien eres?- vuelvo a preguntar?. Y mientras abrazados precipitamos al vacío su voz, no se si en mis oídos o sólo en mi cabeza responde:

Soledad.

Después...
...La Luz es inmensa.

PDC

jueves, 22 de agosto de 2013

Passa la nave mia - Viaja la nave mía

Giosuè Carducci (1835-1907)

Es una traducción  (20 agosto 1882) de una pequeña poesía de Heinrich Heine, Mit schwarzen Segeln (1832)  a la cual agregó música Hugo Wolf en 1878.






Passa la nave mia con vele nere,
con vele nere pe'l selvaggio mare.
Ho in petto una ferita di dolore,
tu ti diverti a farla sanguinare.

È, come il vento, perfido il tuo core,
e sempre qua e là presto a voltare.
Passa la nave mia con vele nere,
con vele nere pe'l selvaggio mare.



Viaja la nave mía con velas negras,
con velas negras por el salvaje mar.
En mi pecho tengo una herida de dolor,
tú te diviertes en hacerla sangrar.

Es, como el viento, pérfida tu alma
y siempre aquí y allá lista a cambiar.
Viaja la nave mía con velas negras,
con velas negras por el salvaje mar.



miércoles, 21 de agosto de 2013

La canzone del bambino nel vento (Auschwitz) - La canción del niño en el viento (Auschwitz)

Letra y música de Francesco Guccini (1964).
Aquí la canta el mismo Guccini con el grupo "I Nomadi" acompañado de la voz de Augusto Daolio.
Es un poético tratamiento del tema del Holocausto.




Son morto con altri cento,
son morto ch' ero bambino,
passato per il camino
e adesso sono nel vento
e adesso sono nel vento....

Ad Auschwitz c'era la neve,
il fumo saliva lento
nel freddo giorno d'inverno
e adesso sono nel vento,
e adesso sono nel vento...

Ad Auschwitz tante persone,
ma un solo grande silenzio:
è strano non riesco ancora
a sorridere qui nel vento,
a sorridere qui nel vento...

Io chiedo come può l'uomo
uccidere un suo fratello
eppure siamo a milioni
in polvere qui nel vento,
in polvere qui nel vento...

Ancora tuona il cannone,
e ancora non è contenta
di sangue la bestia umana
e ancora ci porta il vento
e ancora ci porta il vento...

Io chiedo quando sarà
che l'uomo potrà imparare
a vivere senza ammazzare
e il vento si poserà
e il vento si poserà...

Io chiedo quando sarà
che l'uomo potrà imparare
a vivere senza ammazzare
e il vento si poserà
e il vento si poserà
e il vento si poserà...

He muerto con otros cientos,
he muerto que era yo un niño,
pasé por la chimenea
y ahora estoy en el viento,
y ahora estoy en el viento...

En Auschwitz estaba nevando,
el humo subía lento
en el frío día de invierno
y ahora estoy en el viento,
y ahora estoy en el viento...

A Auschwitz tantas personas,
mas un solo gran silencio:
es extraño no puedo aún
sonreír aquí en el viento,
sonreír aquí en el viento...

Me pregunto cómo puede el hombre
matar a un hermano suyo
sin embargo somos millones
en polvo aquí en el viento,
en polvo aquí en el viento...

Aún truena el cañón,
y aún no está saciada
de sangre la bestia humana
y aún nos lleva el viento
y aún nos lleva el viento...

Me pregunto cuándo será
que el hombre podrá aprender
a vivir sin matar
y el viento descansará
y el viento descansará...

Me pregunto cuando será
que el hombre podrá aprender
a vivir sin matar
y el viento descansará
y el viento descansará
y el viento descansará...

martes, 20 de agosto de 2013

El doble exilio - Il doppio esilio

Poesía de Jaime Torres Bodet (1902-1974). Fue diplomático, escritor, ensayista, poeta, secretario de educación pública y de relaciones exteriores y director general de la Unesco.
Esta poesía era entre las favoritas de mi padre.



Private Moon, de Leonid Tishko

SOÑÉ que te soñaba.

Y, a pesar de ese
doble exilio injusto
que obliga al sueño
a desconfiar del sueño,
nunca te vi más alta y más presente;
nunca en la vida fueron
tus ojos más profundos,
tu andar más firme,
tu perfil más tierno.

Miré una luz sin pausa,
un cielo inmóvil,
un puerto de silencio
frente a un mar de palabras, incesante.
En ese puerto, un pueblo de gaviotas,
una invasión de alas...
Cada ala llevaba una pregunta.
Y, con sólo callar, las contestabas.

Era un tiempo sin horas, una plaza
donde no entraron nunca años ni siglos.
Un sitio del que no se descendía
por la escalera abstracta del minuto.
Una serenidad de aire sin aire
en la que respirar hubiera sido
engañarte otra vez, negar tu muerte.

Me contemplabas y me sonreías...
Era la vida, así, como la aurora
de un sueño
en el ocaso de otro sueño.

Y ahora, al despertar,
pienso de pronto
si te soñó mi alma
o fuiste tú,
en el límite de nuestro doble exilio,
quien soñó que mi alma te soñaba.
SOGNAI che ti sognavo.

E, nonostante questo
doppio esilio ingiusto
che obbliga il sogno
a diffidare del sogno,
mai ti vidi più alta e più presente;
mai in vita furono
i tuoi occhi più profondi,
il tuo passo più deciso,
il tuo profilo più tenero.

Guardai una luce senza pausa,
un cielo immovile,
un porto di silenzio
di fronte a un mare di parole, incessante.
In quel porto, un popolo di gabbiani,
una invasione d'ali...
Ogni ala recava una domanda.
E, con il tuo solo silenzio, le rispondevi.

Era un tempo senza ore, una piazza
dove mai entrarono anni nè secoli.
Un posto da cui non si discendeva
per la scala astratta del minuto.
Una serenità di aria senza aria
in cui respirare sarebbe stato
ingannarti di nuovo, negare la tua morte.

Mi contemplavi e mi sorridevi...
Era la vita, così, come la aurora
di un sogno
nel tramonto di un altro sogno.

E adesso, al risvegliarmi,
penso d'improvviso
se ti sognò la mia anima
o sei stata tu,
nel limite del nostro doppio esilio,
che sognasti che la mia anima ti sognava.

Sólo para ginecólogos

Conocí a Juan Lonngi Herrera en la Sección de Biología Celular de la unidad de Investigación Biomédica del IMSS en el otrora llamado Centro Médico Nacional, allí por 1974. Una de sus aficiones, además de los bonsais y otras más, es escribir. Publicó en 2007 una recopilación de sus cuentos "Testimonios inciertos". De allí tomo prestada esta carta, escrita en 1978, ya que la quiso volver a leer mi querida amiga Patricia G.




Querido Papá Nicolao:

  Hace ya varios ciclos menstruales que he intentado escribirte pero por un periodo u otro no lo había hecho hasta hoy. Lo que pasa, papi, es que me he vuelto muy flujo, ya no soy el mismo Gram de antes, cuando era todo un endometrio proliferativo, lleno de Giemsa y con sueños de azul de metileno.
  Parece que fue ayer cuando el aire se envolvía en aromas de naranja de acridina y violeta de genciana, cuando las tardes vaginales treponémicamente pálidas, despertaban los sueños uretrales solamente interrumpidos por algún relampagueante implante que ponía nota de angustia y embarazo en los enamorados.
  Quién podría olvidar aquellas noches donde el cintilador de centelleo iluminaba de fluorescencia el firmamento dibujando una noche emulsionada de plata, y las damitas, papi, las damitas que festejaban la llegada de la luna llena amarrándose una venda en el tobillo y hablaban en voz baja muy baja, casi en secretor.
  No cabe duda, papi, la vida es un óvulo, pero fecundado, ves, o sea, ¿no?
  Por eso es que seguimos y seguiremos siendo fieles a la ancestral filosofía clitoriana que alumbra al axioma de: "La no copulación hace a la regla." ¡Que diferente ahora! Todo mundo con dispositivos nuevos, enseñan el cobre la 'T' y la progesterona; se llenan de Lippes los unos a los otros sin importarles si lastiman en su dignidad al estradiol que siempre se ha repetido como su secuencial y seguro servidor, pasando por alto la citología exfoliativa de pasados acontecimientos, fuente amniótica del caos. No existe nada folículo estimulante que ponga al descubierto el aborto profiláctico de la verdad. Está muerto el cuerpo lúteo de la diplomacia. Estamos viviendo en una sociedad espermáticamente aglutinada, sin duchas bautismales. ¿Qué pasa? Bien, volviendo a la regresión lineal de los hechos:
  Todo mundo trae en su rostro una extramarital indiferencia, los humanos arrastran penosamente sus cuerpos amarillos distorsionando el ovario poliquístico de su realidad, para posteriormente emprender la fuga hasta el infinito de la granulosa. El colposcopio de la vida nos dice sottovoce que la humanidad, con su carcinoma de mama, busca ansiosamente receptores para su tremendo mal.
  Mientras tanto, el ciclo estral sigue su displásico destino hasta su climatérica morada. Estamos hasta la vulvitis con tanta planificación familiar, que además, es tan quimérica como pedir que las tricomonas pierdan sus flagelos. Todo cae en el fondo del saco del olvido. Sólo nos resta una cosa, papi, activar nuestras hormonas para que se nos impulse a romper el invulnerable himen de la gloria.

Tu hijo que te quiere,

Miometrio


Carbono 14, 1978