viernes, 31 de mayo de 2013

La sombra


Toda la noche estuvo lloviendo, con un repiqueteo incesante en las ventanas que subía y bajaba de volumen, monótono arrullo. Al salir hacia la cotidianeidad mi sombra se fragmenta y angula sobre los escalones del edificio, para recuperar después la verticalidad de su erguida compostura. La luz en la entrada, hace que se amolde a la pared porosa, llenando fugazmente sus irregulares oquedades. La motocicleta del repartidor de periódicos se avecina con estruendo y se aleja con humo. Don Chicho está apartando lugares de estacionamiento con garrafones vacíos, huacales y hasta un viejo árbol de navidad, ya color café y que cada día se hace más enjuto. En la calle, cielo nublado arriba y charcos abajo, cruzo el camino con otros seres que como yo se dirigen a sus destinos, en un día que probablemente será como el anterior y el de mañana. La sombra intenta liberarse del vínculo de toda una vida y disiparse a la menor oportunidad que el entorno le brinde. La tregua es fugaz. El día que avanza la obliga a hacerse presente, condenada a seguir esas rigurosas leyes de la óptica que sólo ella domina. En la esquina de Campeche han colocado ya el puesto de fritangas: el comal resplandeciente irradia esa tibieza que se agradece en día como hoy y derrama nubes invisibles que se introducen a la nariz y te hacen salivar. No hay tiempo, vas a llegar tarde. Al cruzar la calle, dirijo la mirada hacia el piso y la veo, adherida a la orilla de mis zapatos, con límites netos cercana a ellos y de bordes imprecisos a medida que dibuja mi cuerpo y se aleja. Estoy llegando. A la entrada del trabajo nuevamente zigzaguea sobre los peldaños color marfil para después multiplicarse y diluirse en el fuego cruzado de las lámparas, en una serie de combinaciones que se modifican a cada centímetro de mi desplazamiento. En la oficina enciendo el computer. Al bajar la mano hacia el mouse la veo incrementar en intensidad para hacerme su prisionero, aunque no sabe que la condenada de por vida es ella.


PDC

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