La letra es de De André, la música de De André y Gian Piero Reverberi.
La estructura de la canción es particular, ya que intercala las estrofas del Recitativo cantadas por De André con las de la Corale cantadas por un coro de voces blancas.
Uomini senza fallo,
semidei che vivete in castelli inargentati
che di gloria toccaste gli apogei
noi che invochiam pietà siamo i drogati.
Dell'inumano varcando il confine
conoscemmo anzitempo la carogna
che ad ogni ambito sogno mette fine:
che la pietà non vi sia di vergogna.
C'era un re
che aveva
due castelli
uno d'argento
uno d'oro
ma per lui
non il cuore
di un amico
mai un amore
né felicità.
Banchieri, pizzicagnoli, notai,
coi ventri obesi e le mani sudate
coi cuori a forma di salvadanai
noi che invochiam pietà fummo traviate.
Navigammo su fragili vascelli
per affrontar del mondo la burrasca
ed avevamo gli occhi troppo belli:
che la pietà non vi rimanga in tasca.
Giudici eletti, uomini di legge
noi che danziam nei vostri sogni ancora
siamo l'umano desolato gregge
di chi morì con il nodo alla gola.
Quanti innocenti all'orrenda agonía
votaste decidendone la sorte
e quanto giusta pensate che sia
una sentenza che decreta morte?
Un castello
lo donò
e cento e cento amici trovò
l'altro poi
gli portò
mille amori
ma non trovò
la felicità.
Uomini cui pietà non convien sempre
male accettando il destino comune,
andate, nelle sere di novembre,
a spiar delle stelle al fioco lume,
la morte e il vento, in mezzo ai camposanti,
muover le tombe e metterle vicine
come fossero tessere giganti
di un domino che non avrà mai fine.
Uomini, poiché all'ultimo minuto
non vi assalga il rimorso ormai tardivo
per non aver pietà giammai avuto
e non diventi rantolo il respiro:
sappiate che la morte vi sorveglia
gioir nei prati o fra i muri di calce,
come crescere il gran guarda il villano
finché non sia maturo per la falce.
Non cercare la felicità
in tutti quelli a cui tu
hai donato
per avere un compenso
ma solo in te
nel tuo cuore
se tu avrai donato
solo per pietà
per pietà
per pietà...
semidei che vivete in castelli inargentati
che di gloria toccaste gli apogei
noi che invochiam pietà siamo i drogati.
Dell'inumano varcando il confine
conoscemmo anzitempo la carogna
che ad ogni ambito sogno mette fine:
che la pietà non vi sia di vergogna.
C'era un re
che aveva
due castelli
uno d'argento
uno d'oro
ma per lui
non il cuore
di un amico
mai un amore
né felicità.
Banchieri, pizzicagnoli, notai,
coi ventri obesi e le mani sudate
coi cuori a forma di salvadanai
noi che invochiam pietà fummo traviate.
Navigammo su fragili vascelli
per affrontar del mondo la burrasca
ed avevamo gli occhi troppo belli:
che la pietà non vi rimanga in tasca.
Giudici eletti, uomini di legge
noi che danziam nei vostri sogni ancora
siamo l'umano desolato gregge
di chi morì con il nodo alla gola.
Quanti innocenti all'orrenda agonía
votaste decidendone la sorte
e quanto giusta pensate che sia
una sentenza che decreta morte?
Un castello
lo donò
e cento e cento amici trovò
l'altro poi
gli portò
mille amori
ma non trovò
la felicità.
Uomini cui pietà non convien sempre
male accettando il destino comune,
andate, nelle sere di novembre,
a spiar delle stelle al fioco lume,
la morte e il vento, in mezzo ai camposanti,
muover le tombe e metterle vicine
come fossero tessere giganti
di un domino che non avrà mai fine.
Uomini, poiché all'ultimo minuto
non vi assalga il rimorso ormai tardivo
per non aver pietà giammai avuto
e non diventi rantolo il respiro:
sappiate che la morte vi sorveglia
gioir nei prati o fra i muri di calce,
come crescere il gran guarda il villano
finché non sia maturo per la falce.
Non cercare la felicità
in tutti quelli a cui tu
hai donato
per avere un compenso
ma solo in te
nel tuo cuore
se tu avrai donato
solo per pietà
per pietà
per pietà...
Hombres sin errores, semidioses
que vivís en argénteos castillos,
que alcanzasteis los apogeos de la gloria
nosotros que invocamos piedad somos drogadictos.
Traspasando el límite de lo inhumano
conocimos antes de tiempo la canalla
que a todo anhelado sueño pone fin:
que la piedad no os dé vergüenza.
Había un rey
que poseía
dos castillos
uno de plata
uno de oro
pero para él
no el corazón
de un amigo
jamás un amor
ni felicidad.
Banqueros, comerciantes, notarios
con los vientres obesos y las manos sudadas,
con corazones en forma de alcancías
nosotras que invocamos piedad fuimos prostitutas.
Navegamos en frágiles barquitos
para enfrentar del mundo la borrasca
y teníamos ojos demasiados bellos:
que la piedad, no se os quede en los bolsillos.
Jueces electos, hombres de la ley
nosotros que aún bailamos en vuestros sueños
somos la humana desolada grey
de quien murió con la soga en el cuello.
Cuántos inocentes a una horrenda agonía
entregasteis, decidiendo así su suerte
y cuan justa pensáis que sea
una condena que decreta muerte?
Un castillo
lo regaló
y ciento y ciento amigos tuvo
el otro después
le llevó
mil amores
pero no encontró
la felicidad.
Hombres, cuya piedad no siempre conviene
mal aceptando el común destino,
vais, en las noches de noviembre,
a espiar a la tenue luz de las estrellas,
la muerte y el viento, en los cementerios,
mover las tumbas y colocarlas juntas
como si fuesen las fichas gigantes
de un domino que jamás tendrá fin.
Hombres, para que en el último minuto
no os acometa el remordimiento ya tardío
por no haber piedad jamás tenido
y no se convierta en estertor el respiro,
sepáis que la muerte os vigila
exultar en los prados o entre muros de cal
como crecer el trigo mira el labriego
hasta que esté maduro para la guadaña.
No busques la felicidad
en todos aquellos a quien tu
donaste
para tener una recompensa
mas sólo en ti
en tu corazón
si habrás donado
sólo por piedad
por piedad
por piedad...
que vivís en argénteos castillos,
que alcanzasteis los apogeos de la gloria
nosotros que invocamos piedad somos drogadictos.
Traspasando el límite de lo inhumano
conocimos antes de tiempo la canalla
que a todo anhelado sueño pone fin:
que la piedad no os dé vergüenza.
Había un rey
que poseía
dos castillos
uno de plata
uno de oro
pero para él
no el corazón
de un amigo
jamás un amor
ni felicidad.
Banqueros, comerciantes, notarios
con los vientres obesos y las manos sudadas,
con corazones en forma de alcancías
nosotras que invocamos piedad fuimos prostitutas.
Navegamos en frágiles barquitos
para enfrentar del mundo la borrasca
y teníamos ojos demasiados bellos:
que la piedad, no se os quede en los bolsillos.
Jueces electos, hombres de la ley
nosotros que aún bailamos en vuestros sueños
somos la humana desolada grey
de quien murió con la soga en el cuello.
Cuántos inocentes a una horrenda agonía
entregasteis, decidiendo así su suerte
y cuan justa pensáis que sea
una condena que decreta muerte?
Un castillo
lo regaló
y ciento y ciento amigos tuvo
el otro después
le llevó
mil amores
pero no encontró
la felicidad.
Hombres, cuya piedad no siempre conviene
mal aceptando el común destino,
vais, en las noches de noviembre,
a espiar a la tenue luz de las estrellas,
la muerte y el viento, en los cementerios,
mover las tumbas y colocarlas juntas
como si fuesen las fichas gigantes
de un domino que jamás tendrá fin.
Hombres, para que en el último minuto
no os acometa el remordimiento ya tardío
por no haber piedad jamás tenido
y no se convierta en estertor el respiro,
sepáis que la muerte os vigila
exultar en los prados o entre muros de cal
como crecer el trigo mira el labriego
hasta que esté maduro para la guadaña.
No busques la felicidad
en todos aquellos a quien tu
donaste
para tener una recompensa
mas sólo en ti
en tu corazón
si habrás donado
sólo por piedad
por piedad
por piedad...
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